James Stefanic y su colega estadounidense Matt Stafeard han bajado con las manos en los bolsillos por el campamento donde los familiares de los mineros enterrados llevan 64 días. Han aparecido recién duchados, impecables en sus chalecos de faena. Nadie diría que llevan 48 horas durmiendo apenas a cabezadas dentro de un coche, duchándose en la mina y con la presión de todo un país siguiendo su trabajo. Unas diez cámaras les siguen.
De repente alguien se han enterado de que son operadores de la compañía Geotec, la dueña de la perforadora T-130 que a las ocho de la mañana (hora de Chile) alcanzó el lugar donde se encuentran los 33 mineros enterrados. Las diez cámaras se han convertido en cincuenta. James Stefanic ha relatado que a la hora en que “rompieron”, es decir, el momento en que el mastodonte de 40 toneladas de hierro traspasó el lugar en que se encuentran los mineros, a 624 metros bajo tierra, eran ellos quienes manejaban el bicho.
Han tardado más de una hora en bajar cincuenta metros de cuesta. En las tiendas de campañas, entre el sonido de decenas de cámaras de fotos, las madres de los mineros se han abrazado a ellos para darles las gracias. “Agradézcasela a todos los que estaban ahí arriba con ustedes. Son unos benditos”, les ha dicho la esposa de uno de los 33 atrapados.
Los mineros han visto por fin la luz al final del túnel. Nunca se habían encontrado tan cerca del sol que calienta las tiendas de campaña donde se encuentran sus padres, sus esposas y sus hijos. El orden en que van a salir aún no se ha decidido. Primero ascenderán los más hábiles, después los más débiles y enfermos, y por último, los más fuertes. Pero hay que confeccionar la lista. Lo único que se tiene claro hasta el momento es que el último de los mineros en salir será el jefe de turno, Luis Urzúa. Él fue un hombre clave para mantener la armonía y la disciplina antes y después de los 17 días en que permanecieron incomunicados.
Se han empleado 33 días de perforación -llevan atrapados desde el pasado 5 de agosto por un derrumbe en el nivel 300 de la mina- para salvar a 33 hombres. Ayer pidieron un menú especial para celebrar el día en que llegase la tuneladora hacia ellos y hoy se les enviará. Pero sin alcohol, eso sí. Mientras suenan las campanadas de alborozo en el campamento de la mina San José (vídeo en 3D) donde se encuentran los familiares, la atención se desvía cada vez más hacia la cápsula en que subirán hacia la superficie -la perforadora ha abierto un agujero de 66 centímetros de ancho. Entrarán apretujados, pero sin ningún problema. Al más ancho de ellos tendrá una holgura de un centímetro entre la pared de la jaula y cada uno de sus hombros.
Se han empleado 33 días de perforación -llevan atrapados desde el pasado 5 de agosto por un derrumbe en el nivel 300 de la mina- para salvar a 33 hombres. Ayer pidieron un menú especial para celebrar el día en que llegase la tuneladora hacia ellos y hoy se les enviará. Pero sin alcohol, eso sí. Mientras suenan las campanadas de alborozo en el campamento de la mina San José (vídeo en 3D) donde se encuentran los familiares, la atención se desvía cada vez más hacia la cápsula en que subirán hacia la superficie -la perforadora ha abierto un agujero de 66 centímetros de ancho. Entrarán apretujados, pero sin ningún problema. Al más ancho de ellos tendrá una holgura de un centímetro entre la pared de la jaula y cada uno de sus hombros.
Las últimas horas han sido de una precisión milimétrica. “Habíamos previsto disponer de una cámara de vídeo allá abajo que iba registrando todo lo que pasaba en el techo del garaje” ha relatado Mijali Proestakis, gerente de la empresa Drillers Supply, que suministra los martillos a la compañía propietaria de la perforadora. “Les explicamos a los mineros que el rompimiento tenía que ser muy suave, porque si la máquina traspasaba el techo, corríamos el riesgo de que se torciera y no la pudiésemos sacar”.
Tal vez mañana ya se empiece a hablar de los responsables de encamisar el túnel, de los rescatadores, de los médicos, los psicólogos, los helicópteros en que serán trasladados de la mina al hospital y, por supuesto, de los 33 mineros. Pero Stefanic y los diez hombres que solía haber en cada turno alrededor de la perforadora, podrán decir el resto de sus vidas que fueron ellos quienes abrieron un túnel de 624 metros de largo en el desierto de Atacama para rescatar a 33 hombres. Lo nunca visto.
(Con información de El País)
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