domingo, 25 de octubre de 2009

VOZ APRISTA: REBELDES RECLAMABAN UNA CONVENCION AUTENTICAMENTE DEMOCRATICA



El 29 de octubre, el Editorial del número uno de la Voz Aprista, se referió exclusivamente a los sucesos del 12 de octubre de 1959, durante la IV Convención Nacional del APRA. El texto decía: 


EDITORIAL

El 12 de Octubre de 1959, pasará a la historia del Aprismo y del Perú como la fecha memorable de la traición más flagrante a la auténtica militancia aprista, al pueblo peruano que esperanzadamente abrazó durante 30 años los ideales del partido, a los miles de mártires que con su sangre o su dolor escribieron los anhelos de redención del pueblo peruano, y a los principios revolucionarios que enarbolara en 1924 Víctor Raúl Haya de la Torre.
Quedará también el recuerdo de quienes tuvieron la honestidad y la entereza de sostener sus puntos de vista discrepantes en una asamblea dirigida engañosamente donde todos los métodos se pusieron en práctica -desde el ofrecimiento de dádivas y prebendas hasta el insulto, la grita y la violencia- con el objeto de hacer retirar una moción de análisis de los problemas nacionales y crítica de la línea partidaria.
Más de 30 dirigentes fueron expulsados y suspendidos por expresar en la IV Convención Nacional Aprista su desacuerdo con una línea política que constituye escarnio e irrisión de una de las más limpias y auténticas trayectorias de sacrificio popular en todo el continente.
La Moción de los compañeros ahora calificados de disidentes, divisionistas y traidores, no es más que expresión de consecuencia ideológica, de lealtad con la mística popular y de honestidad política y revolucionaria.
Los sentimientos más caros de las bases y las esencias mismas de la doctrina del Partido, están contenidas en aquel documento que no se discutió, que fue silenciado, que se condenó por adjetividades.
Una vez más se puso de manifiesto el temor de la Dirección no renovada del Partido, a un debate abierto y democrático. Una vez más el grito herido de la juventud y de las bases, como tantas otras veces, pretendió ser silenciado con el amedrentamiento, la infamia y la violencia, para terminar con la sanción disciplinaria fraguada entre Burós y Comités de representación fantasma.
La intención del grupo aprista que fue expulsado y suspendido fue lo de participar en un evento real y auténticamente democrático, discutir una línea equivocada, criticar a una dirección que tergiversaba los acuerdos y traicionaba los ideales para cuya defensa fue llevada a la más alta representación partidaria. Teníamos todo el derecho de hacerlo; luchamos dentro del Partido no sólo en las horas de bonanza y libertad, fuimos soldados en la clandestinidad y en el destierro, en la prisión y en la persecución; las bases apristas habían  ungido a muchos de nosotros como portavoces de su pensamiento, de sus aspiraciones y de su disconformidad creciente. Contra esto, se respondió con la expulsión, llevando al público –sin explicación alguna- una medida sórdida que hacía befa de los más elementales principios jurídicos, democráticos, de fraternidad y “convivencia” partidarias.
En esta situación no queda otro camino que el esclarecimiento público de nuestra posición. Recurrir a las bases del partido, promedios perfectamente utilizables en países civilizados y democráticos, para determinar quiénes son los que traicionan al pueblo, quienes son los que dividen al Partido, quiénes por error o conveniencia están sumiéndolo en el desprestigio y la postración, quienes conculcan y trafican con los intereses de las clases explotadas del Perú a través del Partido. El pueblo no ha de equivocarse, las bases apristas menos aún, porque ellas sufren el drama de la miseria, de la frustración y de la vergüenza de hablar a media voz, que la “Convivencia” conlleva. Por ello recurrimos al pueblo aprista, y a él va nuestro llamado, para que integre, apoye y se afirme en su lucha revolucionaria a través de los Comités Apristas de Defensa de los Principios Doctrinarios y de la Democracia Interna.
Retomamos las banderas olvidadas, escarnecidas o conculcadas del Aprismo.
Nuestra lucha es contra el imperialismo que explota y subyuga a nuestros pueblos; es contra aquellos que llamándose antiimperialistas se hacen cómplices de la entrega de las riquezas nacionales a los grandes consorcios capitalistas extranjeros, con su silencio a su tímida y formal oposición; contra aquellos que desprestigiando al Partido se ponen al servicio de organizaciones financiadas por el imperialismo con el objeto de corromper la conciencia revolucionaria de nuestras organizaciones sindicales; contra aquellos que adoptando falsas posiciones anticomunistas devienen en defensores de un sistema económico semi-feudal y colonialista, en contradicción con nuestras claras concepciones democráticas.
Nuestra lucha es por la transformación de las estructuras feudales que ahogan nuestra economía; es contra aquellos que comprometen el vivo sentimiento anti-feudal del Aprismo y del pueblo peruano, apoyando aun régimen oligárquico que atropella, despoja y masacra a nuestros campesinos.
Nuestra lucha es contra aquellos propiciadores y defensores de una línea política que desprestigia y debilita al Partido, convirtiéndose en cómplices del imperialismo y la oligarquía que tratan de destruir al más grande instrumento de liberación económica de nuestros pueblos, que es la ALIANZA POPULAR REVOLUCIONARIA AMERICANA.
Nuestra lucha, por ende, está enraizada en las más puras tradiciones del Aprismo, que tan virilmente encarnan los mártires de Chan-Chan, Huaraz, Manuel Arévalo, Luis Negreiros y tantos otros que ofrendaron su vida por un Perú digno, libre y justo.
Hacemos, pues, un llamado a todos los compañeros del Partido para que luchen codo a codo con nosotros en esta magna tarea de reafirmación y desarrollo de nuestros principios revolucionarios, mediante la rectificación de una línea que perjudica los intereses populares, la democratización de la vida partidaria y la reorganización de los cuadros directivos, a través de un Congreso representativo que exprese el auténtico pensamiento de las bases populares, cuyos intereses y no otros debemos defender como imperativo histórico.

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