viernes, 20 de noviembre de 2009

BARRAS BRAVAS, CANIBALISMO E IMPUNIDAD

Escribe: Dr. Martín Nizama Valladolid

Definición
Las barras bravas son grupos organizados de niños, adolescentes y jóvenes (8-25 años) psíquicamente anormales, dedicados a la violencia urbana, delincuencia, criminalidad y a una aparente pasión por el fútbol.

Psicopatología
La pasión futbolera solamente es una coartada tras la cual se oculta el verdadero leitmotiv de estas hordas desenfrenadas: cobardía, delincuencia y bestialidad tanática. La inmensa mayoría de los barristas son sujetos con graves anomalías de personalidad, comúnmente, psicopatía (disocial), trastorno pasivo-agresivo, inmadurez profunda, personalidad dependiente, trastornos orgánico-cerebrales y adicciones, entre otras.
La ínfima autoestima de estos humanos anormales, la carencia afectiva y de identidad, los inducen a buscar grupos de pertenencia en los cuales se refugian, porque ahí encuentran la acogida y el reconocimiento que no poseen en sus familias de origen.



En relación a la patología espiritual, ésta comienza con el vacío interior y la soledad. Las barras bravas llenan esta vacuidad y acompasan su soledad. Una vez captado el individuo, éste pierde su sí mismo; entonces, se diluye su sentido de existencia, no instrumenta un proyecto de vida, cae en el hedonismo desenfrenado y recala en el refugio autodestructivo de la barra brava que lo convierte en el “esclavo feliz” de sus orgías tanáticas. Ya no es él, es lo que la manada le ordena hacer.

Multicausalidad
El origen de este tipo de violencia urbana es múltiple: crisis, desorganización o desintegración familiar, orfandad, abandono, desórdenes psiquiátricos, exclusión familiar o social, carencia de oportunidades. Igualmente, ausencia de paradigmas positivos en el entorno familiar y social; así como carencia de valores en la educación familiar; siendo la causa más importante, la falta de amor en el hogar desde la gestación.

Organización vertical.
Se organizan alrededor de los clubs deportivos más importantes del medio; por ejemplo Comando Sur (Alianza Lima), Trinchera Norte (Universitario de Deportes), Extremo Celeste (Sporting Cristal), Juventud Rosada (Sport Boys) o Furia Roja (Cienciano). Su jerarquía es rígida y vertical. Cada barra tiene un comando único que centraliza todo el poder y manejo de la organización.



Este Comando lo integran el líder (jefe), subjefe, supervisor, negociador, responsables de las banderolas, tesorero, reclutador, cobradores de cupos, vendedor de drogas y armas. Ellos son los representantes de los Conos y de las barras sectoriales más importantes. A la vez, en los barrios hay barras subsidiaras que se organizan así: “batuta” (jefe), sus colaboradores inmediatos (‘causas”) y la base de seguidores (‘batería”).

Complicidad Dirigencial
Los dirigentes de los clubs apoyan a sus barristas, suministrándoles entradas gratis, movilidad, hospedaje y alimentación para que se desplacen al interior del país y apoyen al equipo durante el partido a jugarse. También, les proporcionan los implementos para el ritual del aliento: bombo, banderolas, cornetas, polos, gorros, silbatos, etc. Se financian con la reventa de entradas que les obsequian los dirigentes de los respectivos clubs, de la microcomercialización de drogas, del producto de sus latrocinios, propinas que les proveen algunos futbolistas a cambio de que vociferen sus nombres durante las arengas desde la tribuna y de otros “trabajos” específicos, sean delincuenciales o criminales.

Armas
Para su accionar belicista, delictivo y criminal, los barristas utilizan armas de fuego, machetes, cuchillos, sables, verduguillos, piedras, bombas molotov y hasta granadas caseras. Las emplean sin ningún escrúpulo contra quienes consideran sus enemigos.

Dominio Territorial
Cuando un territorio es considerado propiedad de una barra, ningún hincha de otro equipo puede ingresar en esa zona. Si lo hace, deliberadamente pone en riesgo su vida.

Masificación
Se desconoce el número exacto de barristas existentes en el país. Según la Policía Nacional, sólo en Lima y Callao existen entre 10 mil y 12 mil militantes agrupados en unas 410 barras identificadas, distribuidas en todos los distritos de la metrópoli. Encabezan la lista Villa María del Triunfo. Le siguen San Juan de Lurigancho, Callao, Comas, Chorrillos, Los Olivos y Villa El Salvador. Cada banda tiene de 15 a 100 integrantes, con un promedio de 20 a 25. La mayoría son varones y se organizan bajo nombres de guerra; por ejemplo, “La Causa”, “La Brigada”, “Los Choches”, o “Los Chacales”. Su presencia se expande aceleradamente por las principales urbes del país.

Ethos Social
El signo principal de la barra es la violencia, sin la cual, ésta no tendría razón de existir. Dos o tres horas antes se reúnen en cada barrio o sector, luego se desplazan al Estadio, dentro del cual alientan en forma ruidosa a su equipo. Una vez acabado el partido, salen del recinto deportivo y retornan a sus lugares de origen. Tanto a la ida como al retorno, cometen sus fechorías: asaltos, cogoteo, arrancan carteras, rompen lunas de los vehículos particulares para robar, destruyen las ventanas de las casas, toman por asalto los ómnibus de transporte público, agreden inmotivadamente y sin compasión a los transeúntes, que sólo atinan a huir aterrorizados. Comúnmente, sólo se conocen entre ellos por sus apodos y no por sus nombres verdaderos. Por ejemplo: “Bolón”, “Cuchillo” o “Ñato”, con el propósito de proteger su identidad personal y de esta manera evadir a la justicia. Estos vándalos sólo piensan en exterminar a sus enemigos. Para ellos, la vida no vale nada. Se excitan con el sufrimiento de sus víctimas.

Adicciones
Comúnmente, entre los barristas, el consumo masivo de alcohol, PBC, cocaína y marihuana es la norma. La mayoría de ellos son adictos a estas sustancias y cometen sus atrocidades bajo sus efectos. Por ello, actúan con insensibilidad, sin compasión y con la más vil ferocidad.

Complacencia Mediática
Determinados medios de comunicación no condenan drásticamente y hasta suelen mostrarse complacientes con el salvajismo de estos desadaptados sociales. Por ejemplo, el extinto jefe de la Trinchera Norte, “Misterio” fue elevado a la categoría de leyenda por sus seguidores con la incomprensible ayuda de no pocos medios de comunicación.

Violencia organizada
Practican las “guerreadas”, enfrentamiento armado con la barra enemiga, motivado por el dominio territorial, la venganza o por la posesión de una mujer. Del mismo modo, suelen atacar casas o barrios donde residen los líderes de las barras enemigas o el barrista del cual se desean vengar. Atacan con machetes, sables, cuchillos, cadenas, hondas, piedras, palos, bombas molotov, perdigones y revólver (“cuete”). Hieren, mutilan o asesinan a las personas y sienten éxtasis con la sangre, heridas, sufrimiento o agonía de sus víctimas. Proceden con salvajismo y sin compasión. Orgullosamente, llevan una rigurosa contabilidad individual y grupal de la cantidad de asesinatos cometidos.

Caso Emblemático
El sábado 24 de octubre, 4.30 pm. María Paola Vargas Ortíz (24), hija de una honorable familia, profesional de éxito y un ser humano paradigmático, máster en Contabilidad, egresada de una prestigiosa Universidad privada, fue asesinada salvajemente cuando viajaba en una Coaster de transporte público a la altura del Trébol de la Av. Javier Prado, frente al Jockey Plaza (Surco). A esa hora los integrantes de las barras “El Aguante” de los Viñeros y “Las Brigadas” (Surco) subieron violentamente y comenzaron a asaltar a los pasajeros de la Coaster. Entonces, Paola intenta bajar del vehículo, para escapar del asalto. Mas, uno de los delincuentes la atacó, forcejeando con ella para arrebatarle su IPOD y demás pertenencias; y con el vehículo en marcha fue empujada por el agresor. Cayó aparatosamente y se estrelló contra el asfaltado, sufriendo un traumatismo encéfalocraneano grave con crisis convulsiva. Murió al día siguiente (El Comercio, 1 de Noviembre, 2009). Por su lado, el padre de la occisa, Dr. Humberto Vargas, médico del Hospital María Auxiliadora, refirió a la prensa: “Mi hija fue arrojada por un delincuente desde el vehículo. Incluso, tras su caída estuvo convulsionando en la pista y estos malditos (barristas) en lugar de auxiliarla, la bolsiquiaron para robarle. Por eso pido justicia” (La República, 1 de noviembre, 2009).




Entre tanto, la División de Homicidios de la Dirección de Investigación Criminal (DIRINCRI) de la PNP, viene buscando intensamente el sujeto Ronny Ramos Pérez (24), alias “Bolón” o “Muelón”, como presunto autor de este bárbaro homicidio. Según la Policía, el barrista habría empujado a la víctima de la Coaster, luego de forcejear con ella para robarle su cartera y el celular. Dicho individuo, quien registra antecedentes por robo, sería adicto a las drogas e integrante de la barra “El Aguante” de Surco, perteneciente a la “Trinchera Norte”. Una capturado por la policía lloraba de miedo.
Este asesinato cobarde y abominable, ha estremecido la conciencia nacional. Y, recién, tanto la opinión pública como la sociedad civil han comenzado a movilizarse para enfrentar esta grave patología social. Ha tenido que morir alguien importante para que la sociedad peruana tome conciencia de este fenómeno social y reaccione ante este flagelo que ya ha producido decenas de muertos anónimos, por quienes nadie protestó ni hizo justicia. ¿Acaso será necesario que muera alguien aún más importante para que el Estado paquidérmico reaccione y dicte medidas extremas como lo hizo el gobierno inglés con los tristemente célebres Hooligans? Sólo Dios lo sabe.

Debilidad del Estado
El Estado no ha encarado este problema con responsabilidad. La política de los gobernantes de turno ha sido, dejar hacer dejar pasar. No hay leyes drásticas ni control del comportamiento antisocial de estos energúmenos que convierten a la ciudad en tierra de nadie. El Código Penal sólo establece sanciones para delincuentes mayores de 18 años. Los menores de edad tienen impunidad legal para cometer sus atrocidades. Sólo se escucha una repetitiva condena retórica de parte de las autoridades nacionales, regionales y locales. Y, la inseguridad ciudadana la padecemos todos los peruanos.

Impunidad
Hasta la actualidad no hay ningún sentenciado por crímenes de esta naturaleza. Es más, a menudo son defendidos por sus mentores como si fueran unos simples fanáticos que cometen “algunos excesos”, debido a su pasión futbolera. Como una cortina de humo, los responsables de estas bandas prometen elaborar un padrón de ellos, carnetizarlos, tomarles fotografías para luego de haber cometidos sus perversidades “nunca más dejarlos entrar a los estadios”. Estas propuestas peregrinas son el hazmerreír del público
Miedo Social
Con su vandalismo despiadado los barristas aterrorizan a la comunidad, paralizándola por el miedo, mientras ellos cometen sus atracos callejeros, asaltos a viviendas y centros comerciales y homicidios. Actúan como manadas de hienas desenfrenadas en busca de sangre.

Reflexión
Estas bandas sociopáticas son creadas por la misma sociedad, siendo la familia, su lugar de nacimiento; y la indolencia del Estado su mayor reforzador. Las dirigencias del fútbol son ineptas e incapaces de resolver esta aberración de la sana afición por el fútbol.

Alternativas
Estado. El Estado debe adoptar medidas extremas dirigidas a erradicar legalmente este cáncer violentista que se expande de manera metastásica por toda la sociedad nacional. Declararlas fuera de ley y penalizar drásticamente su comportamiento delincuencial y criminal, sería lo más sensato e inmediato para restablecer la seguridad ciudadana.
Sociedad Civil. La sociedad civil organizada debe tomar conciencia cabal de la gravedad de este problema generador de inseguridad ciudadana. Movilizarse activamente y presionar de manera sostenida a las autoridades gubernamentales a resolver el problema, incluyendo la presión mediática.
Familia. La familia debe reasumir su suprema función formadora del ser humano, inculcándole desde la infancia los valores, principios, el amor a sí mismo y al prójimo; así como la paz social. La familia es la fuente natural e insustituible del amor.
Individuo. Los barristas deben ser recuperados a la sociedad, mediante programas de rehabilitación intensivos y humanistas, a cargo del Ministerio de Salud, municipios y autoridades policiales; sin obviar la acción de la justicia ni propiciar la impunidad.
Lima, Noviembre, 2009

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