martes, 20 de noviembre de 2012

UN ÉXITO RESULTÓ XI ENCUENTRO NACIONAL DE ESCRITORES MANUEL JESÚS BAQUERTIZO


Por Jorge Rendón Vásquez

 Se realizó en la ciudad de Cajamarca, del 14 al 17 de noviembre del año en curso, y tuvo por sede el antiguo Instituto Superior Pedagógico Hermano Victorino Elorz Goicochea, de la avenida El Maestro. La iniciativa para convocarlo y su organización correspondió al Gremio de Escritores.
En la mañana del miércoles 14, el Congreso fue inaugurado por Gregorio Santos Guerrero, Presidente de la Región de Cajamarca, la entidad auspiciadora, quien demostraba con esa actitud una singular inclinación a impulsar la creación intelectual, como parte de su programa de gobierno, en la antípoda del gobierno central y de otros gobiernos regionales que prefieren mirar hacia otro lado y taparse los oídos cuando se les pide promover la literatura y las artes.
Al comenzar el programa de esa tarde en el auditorio del segundo piso de la sede, más de un centenar de poetas, prosistas y ensayistas, procedentes de varias regiones del país y, en su mayor parte, de capitales de provincia, se disponían a escuchar la disertación del profesor y crítico Luzmán Salas Salas sobre los poetas y narradores de Cajamarca.
En el procenio se exhibían las fotografías de gran tamaño de los escritores cajamarquinos Mario Florián (1917-1999), Amalia Puga (1866-1963), Yolanda Rodríguez de Westphalen (1925-2012), Demetrio Quiroz Malca (1924-1985) y Alfonso Pelaez Bazán (1904-1996).
Luego, desfilaron por el proscenio los numerosos expositores programados para leer sus poemas o una parte de sus relatos, y contar sus experiencias personales en sus periplos de literatos. En sus palabras se podía sentir su vocación, sinceridad y manejo técnico de sus composiciones, brotando como límpidos y generosos manantiales, y revelando tras cada uno la presencia en sus pueblos de compactos grupos de maestros, abogados, ingenieros o simplemente de mujeres y hombres sensibilizados por el afán de elevarse a los niveles más altos de la cultura. Al verlos y escucharlos se infería, por una suerte de conclusión lógica, que estábamos ante el panorama de la cultura popular: fértil, profunda y auténtica.
Los organizadores del Congreso habían instalado en el vasto hall del Colegio mesas para la exposición y venta de los libros y plaquetas de los autores concurrentes, casi todos editados con su esfuerzo y dinero, y expendidos  a precio de costo. No sería exagerado afirmar que la mayor parte fue vendida o canjeada.
En cierto momento llegué a preguntarme si estos valores ya maduros o en ciernes llegarían alguna vez a ser mencionados siguiera en una línea de las páginas de la gran prensa del poder plutocrático o de la prensa oficial. Y  la respuesta fue negativa, porque la función de esa prensa, como instrumento para la alienación de la conciencia colectiva, es impedir que las grandes mayorías sociales se liberen de la ignorancia, se ilustren y avizoren, correlativamente, las vías hacia un mundo sin explotación ni abusos, y excento de peligros para su vida y su salud, gracias, contradictoriamente, a la acción de los escritores comprometidos con esta tarea, como los reunidos en el Encuentro de Cajamarca. En las páginas de esa prensa sólo hay sitio, sin medida, para los artistas baladies, la farándula liviana, los sucesos fútiles, las crónicas policiales y los espectáculos deportivos, magnificados hasta la aberración, y para literatos cultivados en sus invernaderos con la misión de producir obras estériles de mensaje, dirigidas en particular al entretenimiento de las clases medias, que algo tienen que leer. A estos personajes se juntan ciertos literatos formados fuera de ese cenáculo exclusivo, pero cooptados cuando se desclasan, para jugar allí el impostado papel de la diversidad, como exponentes de la cultura popular o como representantes de una bohemia prefabricada. Y bien que lo hacen, alborozados y rebozantes de presunción.
A mí me tocó presentar mi nueva novela El oro de Atahualpa el viernes 16 de noviembre a las cinco de la tarde, un momento en que, por una rara coincidencia, hace cuatrocientos ochenta años el Inca Atahualpa ingresaba  a la plaza de Cajamarca con su séquito desarmado, donde fue capturado por Francisco Pizarro y sus mercenarios, tras un alevoso ataque y el asesinato de más de seis mil hombres y mujeres que lo acompañaban, genocidio introductorio al saqueo del oro y la plata, hechos que relato en esta novela.
Como del 14 al 17 de noviembre, Cajamarca se había convertido en la capital de la literatura, la prensa de derecha local y nacional, escandalizada y decidida a estigmatizar al Encuentro de Escritores, redobló sus ataques al Presidente de la Región, Gregorio Santos, a quien culpaba por esta explosión de cultura popular. Pero no se detuvo allí y un diario local se lanzó a la vesania de propalar un malévolo infundio, para lo cual hizo tomar fotos de los numerosos asistentes al acto inaugural entre los que descubrió a un excondenado por una acusación de terrorismo, y luego publicó en primera página una nota afirmando que el MOVADEF estaba infiltrado en el Congreso. Fue una felonía, porque esa persona estaba allí, no como invitado, sino porque la asistencia era libre y a nadie se le prohibía el ingreso. Como el mismo diario lo dijo, había cumplido ya su condena y era, por lo tanto, una persona en el goce de la plenitud de sus derechos. Afirmaciones como esas caen en el campo de la ilicitud y son sancionables penalmente. Es bueno recordarlo: a pesar de todo su poder los diarios y otros medios de comunicación social no gozan de impunidad para insultar o difundir falsedades que hagan daño o atenten contra el honor y la dignidad de las persona.
Pero, en el Encuentro de Escritores nadie se atemorizó y ni siquiera se preocupó por esta inicua campaña. Al contrario, para todos fue muy claro que estaban en el buen camino y, a lo más, alguno recordó esa antigua sentencia castellana que dice: “Ladran Sancho. Es señal de que avanzamos”, continuada por la exclamación unánime: ¡Conga no va!
Por un acuerdo de los concurrentes se decidió que la próxima sede del Encuentro Nacional de Escritores Manuel Jesús Baquerizo será la localidad de Ate Vitarte en Lima.
Al concluir el ágape de terminación de esa semana consagrada a la literatura, servido al mediodía en el típico restaurante El Zarco de la campiña cajamarquina, los escritores allí congregados nos dimos un fraternal abrazo, con pena por separarnos, pero animados por la alegría y la esperanza de volver a reunirnos en el próximo Encuentro.
(19/11/2012)

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