14 Noviembre 2012
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Obama junto a Panetta, Petraeus y Allen. Foto: Archivo/El País.
La investigación del FBI al general John Allen ha abierto una grave crisis en la cúpula militar de Estados Unidos, que se disponía a enviar al que hasta ahora ha sido comandante de las tropas aliadas en Afganistán a liderar a las fuerzas norteamericanas y de la Alianza Atlántica en Europa.
El adulterio está penado en en el ejército norteamericano con la 
expulsión de filas y con hasta un año de prisión. Ahora los dos hombres 
que, desde 2010, han regido los designios de hasta 100.000 soldados en 
el frente afgano, se ven obligados a responder ante la policía judicial 
estadounidense por posibles aventuras extramatrimoniales.
David Petraeus, general retirado del Cuerpo de Infantería, fue comandante de las tropas norteamericanas y de la OTAN
 en Afganistán entre junio de 2010 y julio de 2011. A él le 
correspondió, en gran parte, administrar el despliegue de 30.000 
soldados adicionales ordenado por el presidente Barack Obama al tomar posesión de su cargo. Cuando Petraeus se retiró para dirigir la CIA, a su sucesor, el general Allen, del Marine Corps, inició el repliegue que culminará antes de finales de 2014.
Ambos han visto dispararse el número de bajas norteamericanas, sobre 
todo por un aumento de los ataques fratricidas, acometidos por 
insurgentes infiltrados en las fuerzas de seguridad afganas. Es ese un 
problema que ninguno de los dos generales ha sabido solucionar.
Aunque en un principio algunos generales norteamericanos disintieron 
de los plazos de retirada marcados por Obama, la cúpula del Pentágono
 se ha apresurado a confirmar que la retirada en Afganistán continuará 
según lo previsto. Este verano han abandonado el frente 30.000 soldados;
 pero quedan unos 68.000, que supuestamente se irán replegando a lo 
largo de los próximos dos años.
El jefe del Pentágono, Leon Panetta,
 ha pedido ya al Senado que acelere la confirmación del general del 
Marine Corps Joseph F. Dunford, elegido por Obama para que suceda a 
Allen en el puesto de comandante en Afganistán.
La confirmación en el Senado de Allen para el más alto puesto militar
 en la OTAN ha quedado ahora entre paréntesis, a la espera de los 
resultados de la investigación de sus correos electrónicos con Jill 
Kelley, residente en Tampa, casada y madre de  tres hijos.
A Petraeus, aunque esté retirado, se le puede imputar por sus 
aventuras con su biógrafa, Paula Broadwell, que también está casada y 
tiene dos hijos.
La investigación la originaron una serie de correos amenazantes 
enviados por Broadwell a Kelley, a quien acusaba de buscar otra relación
 paralela con el general Petraeus, que está casado con su esposa, Holly,
 desde 1974.
Si se le abre consejo de guerra, Petraeus podría perder el rango de  
general, en deshonra, y podría dejar de percibir una pensión de 200.000 
 dólares que anualmente le entrega el Pentágono. A Allen le podría pasar
  lo mismo, y podría llegar a ser expulsado de filas de modo fulminante.
Petraeus, a una semana de su dimisión, testificará voluntariamente 
esta semana ante el Congreso sobre el ataque  al consulado de EE.UU. en 
Bengasi (Libia), informaron hoy medios  estadounidenses
Deberá comparecer mañana jueves a sendas  audiencias a puerta cerrada
 de los comités de Inteligencia en ambas  cámaras del Congreso sobre el 
ataque perpetrado el pasado 11 de  septiembre contra el consulado, en el
 que murieron el embajador, Chris  Stevens, y otros tres funcionarios 
estadounidenses.
No son estos los mejores momentos de la cúpula militar  
norteamericana. William E. Ward, que dirigió el Comando África del  
Pentágono entre octubre de 2007 y marzo de 2011, fue degradado ayer, de 
 general a teniente general, por haber malversado fondos públicos en  
hoteles y transporte para él y su familia. Deberá devolverle al Estado  
unos 82.000 dólares en concepto de compensación.
Mañana se sabrán además  los resultados de las investigaciones del 
Pentágono sobre las  acusaciones de violación contra seis instructores 
en una base de la  Fuerza Aérea en Tejas. Se trata de uno de los peores 
escándalos en las  fuerzas armadas de EE UU en una década.
Lo increíble es que sean investigados por cuestiones como estas, y no
 por los innumerables crímenes cometidos por las tropas bajo su mando.
(Con información de El País)
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