Redacción Internacional, 11 feb (EFE).- El presidente egipcio, Hosni Mubarak, presionado por semanas de protestas populares contra su régimen, abandonó hoy el poder, en el que permaneció durante casi 30 años.
Durante todo ese tiempo, Mubarak gobernó Egipto -el país más poblado del mundo árabe- con mano de hierro, mientras actuaba en el exterior como un importante mediador regional.
Al igual que otros estadistas árabes, Mubarak fue un militar que cambió las armas por la política.
Nacido en 1928 en el Delta del Nilo, se hizo piloto de combate y en 1973 desempeñó un importante papel durante la guerra del Yom Kipur contra Israel como jefe de la Fuerza Aérea egipcia.
Ocupó ese cargo hasta 1975 cuando el entonces presidente, Anuar El Sadat, le nombró su vicepresidente. En 1981, el asesinato de Sadat le convirtió repentinamente en presidente.
Desde entonces, el "rais" (presidente en árabe) Mubarak gobernó ininterrumpidamente Egipto.
Hombre de ideología indefinida y sin un especial carisma, Mubarak recogió el legado de Sadat y desde un principio aspiró a convertirse en el gran mediador de Oriente Medio y a mantener la paz con Israel.
Con esta política y con la ayuda de Estados Unidos logró labrarse una reputación como estadista y convertirse en el aliado de Occidente en la región.
En el interior del país, ejerció un control férreo, ayudado por la Ley de Emergencia, vigente durante todo su mandato.
Dicha ley adquirió justificación cuando con ella se logró contener la ola de terrorismo islámico que sacudió Egipto en los años 90, pero también le sirvió a Mubarak para barrer la oposición política a su régimen.
Con la excusa de la lucha contra el terrorismo, la Ley de Emergencia permitió suspender las libertades de prensa y asociación, amplió los poderes de los órganos de seguridad y anuló derechos civiles y políticos como el derecho a la huelga, o a ser asistido por un abogado en caso de ser detenido.
En materia económica, Mubarak propugnó la liberalización, pero sin tocar los subsidios a los productos básicos para garantizarse la paz social.
Egipto vivió durante años una etapa de estabilidad política y económica en la que las elecciones se redujeron a una ratificación del gobernante Partido Nacional Democrático (PND).
Sin embargo, poco a poco, la falta de libertades, la corrupción, las crecientes diferencias sociales y la pobreza (cerca del 40% de los 80 millones de egipcios viven con menos de dos dólares al día) hicieron que las fuerzas de oposición fueran ganando terreno.
Progresaron en especial los Hermanos Musulmanes, un grupo islamista fundado en 1928, ilegalizado pero semitolerado por el Gobierno.
La represión del islamismo y el empeño de Mubarak en mantener la paz con Israel, también le valieron la enemistad de muchos egipcios.
En 2005, Mubarak -presionado, al parecer, por EEUU- dio señales de apertura y permitió la concurrencia de varios candidatos a las elecciones presidenciales, una novedad teniendo en cuenta que hasta entonces él era elegido mediante un plebiscito.
En las elecciones presidenciales de 2005 los egipcios tuvieron la posibilidad de votar a otros, aunque el 88,5 de los que acudieron a las urnas (sólo votó el 23%) optó por Mubarak.
En las elecciones parlamentarias celebradas a finales de 2005, sin embargo, los Hermanos Musulmanes -que se presentaron como independientes- obtuvieron un histórico 20 por ciento.
Cinco años después, en diciembre de 2010, el partido de Mubarak volvió a ganar los comicios legislativos, pero estos fueron tachados de fraudulentos por la oposición.
Mubarak, que en estos 30 años sufrió varios atentados, llevaba supuestamente preparando desde hace un par de años a su hijo Gamal para sucederle.
El 25 de enero, empezó en Egipto una ola de protestas -inspiradas en la revuelta de Tunez y convocadas vía internet- en demanda de reformas políticas y económicas y de la dimisión de Mubarak.
Mubarak empezó imponiendo el toque de queda, cambió el gobierno, prometió reformas y anunció que no se presentaría a las elecciones presidenciales de septiembre, pero no logró con ello acallar las protestas y hoy respondió a las exigencias de los manifestantes renunciando al poder. EFE
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