domingo, 4 de noviembre de 2012

PERÚ: UN CABALLO CON LA PATA ROTA

Por: Mauricio Gambetta.
Lamar tuvo que ser sacrificado. Los vándalos de La Parada le
quebraron una pata
Viendo por televisión la barbarie desatada en esa especie de “mercado– lupanar” conocido como La Parada, no siento ya sorpresa ni estupor ni rabia, solo lástima.
Una lástima auténtica de peruano resignado. Siento lástima sobre todo por los policías y sus familias, por los fallecidos, por los comerciantes cuyos negocios fueron saqueados, por los periodistas agredidos, por el caballo sacrificado, y hasta por esos delincuentes que seguramente defendiendo su imperio de cupos y extorsiones, demostraron que no hay límites para la bestialidad humana cuando se desata por encima de toda norma.
Pero qué se puede exigir a esa horda de desalmados, de pobres diablos, de delincuentillos de callejón, si no son más que los hijos mal nacidos de un país donde se permiten las más atroces barbaridades diariamente bajo el amparo de una democracia adocenada, pestilente, manejada como una prostituta por una clase política, en su mayoría, oportunista y mediocre, que tiene a la felonía como el común denominador y a la palabra ética desterrada.
El caballo que apareció ayer en todos los medios con la pata rota es la mejor metáfora para definir a este Perú en el que sobrevivimos. Un Perú que quiere avanzar pero no puede. Un Perú con tradición y garbo, con presencia, pero sangrante y mal herido, con el punto de apoyo destrozado.
Un Perú que según las frías cifras económicas mantiene un crecimiento admirado en todo el mundo pero donde diariamente muere gente por falta de alimentación, de atención médica, de oportunidades. Donde miles son los desamparados por un gobierno que solo tiene como agenda del día el desayuno de una siempre sonriente primera dama con alguna ministra zalamera, en su afán desmedido por ser la nueva Cristina Kirchner de América, y olvida a los combatientes del VRAE, por ejemplo.
Un Perú en el que el ceviche, el tiradito y el tacu tacu son más importantes que una necesaria política de Estado que permita repotenciar nuestras fuerzas armadas ante cualquier eventualidad. Dios no quiera que esto ocurra por supuesto, pero si ocurre, con qué nos defenderemos. Vamos a tirar chicharrones en vez de balas, papas rellenas en vez de bombas, juanes en vez de misiles.
Un Perú donde sobra la plata en algunas regiones sin saberse invertir y encima se roba de lo poco que se invierte. Con gobiernos regionales y municipales donde se llama “coimisión” al dinero mal habido, al cupo cobrado. Amparados, claro está, por el antecedente de que no hay castigo para los que tienen fortunas y menos con un Poder Judicial que muchas veces rebalsa jueces y abogadillos sin moral.
Un Perú donde el “periodista” más influyente a nivel nacional, antiguamente investigado por abuso de menores, emerge todos los sábados desde sus plumas y lentejuelas para escarbar en la miseria humana y mostrar las vísceras podridas de los personajillos de una farándula prostituida, casi delincuencial, ante millones de embobados espectadores. Y que luego, al llegar el lunes, vuelve a ser el paladín incorruptible de la justicia ante el cual desfilan, casi subyugados, los políticos de moda.
Un Perú donde uno no puede ver televisión nacional pues todo el día está copada por personajes travestidos, saltimbanquis que no tienen otro recurso que la mariconería fácil y los gritos de loca para entretener, sin tomar en cuenta que son vistos por miles de niños y adolescentes en formación.
Un Perú donde la cultura importa un bledo. Donde hay municipios y gobiernos regionales que no aceptan proyectos culturales porque no jalan votos ni puntos de aceptación. Y después nos sorprendemos que los peruanos conozcan más a Melcochita que a Mario Vargas Llosa.
No pertenezco a esa privilegiada casta de “sabios”, eruditos en miles de temas, que tienen todas las respuestas y que las dan en cada entrevista o intervención radial o televisiva que dan, muchas veces es de oscuras cuevas donde el periodismo no es más que una manera de extorsionar y ganar dinero fácil.
No tengo opinión alguna sobre cómo se puede arreglar este país de locos, pero tengo la impresión que estamos llegando a un punto sin retorno. Ojalá me equivoque y no tengamos también que sacrificar definitivamente a este caballo con la pata rota que es el Perú.

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