lunes, 26 de julio de 2010

LA OTRA HISTORIA DEL PERU

Raúl Fernando Moscol León
Nota del Director: El Concejo de Castilla, en sesión solemne, rindió homenaje al 189 aniversario de la Independencia del Perú. El discurso de orden estuvo a cargo del profesor-periodista-ingeniero industrial Raúl Fernando Moscol León. El texto íntegro de su alocución lo reproducimos líneas abajo.

Señores y señoras:
El bicentenario de la Independencia del Perú está por llegar. Dentro de once años, el país celebrará dos siglos de la liberación del yugo español y desde ya, el presidente Alan García viene barajando algunos nombres para incluirlos en la comisión de los doscientos años del grito libertario.
Unos dicen que este apresuramiento de García Pérez, se debe a que, pese a que falta más de una década, piensa volver al gobierno en el dos mil dieciséis y presidir los festejos, cinco años después, por el bicentenario de la independencia nacional.
Estas especulaciones son de quienes dicen saberlo todo en política, pero lo cierto y real es que dentro de cuarenta y ocho horas, el 28 de julio, cumpliremos 189 años de vida independiente y como en 1821, salvando las distancias, volveremos a decir, emulando a José de San Martín Matorras: “Desde este momento el Perú es libre e independiente...”.

La independencia patria constituye uno de los tres momentos más importantes de la historia nuestra. Los otros dos son: La conquista del Tawantinsuyo por los españoles, al mando de Francisco Pizarro, allá por 1532; y la guerra con Chile, país que hasta ahora no devuelve la provincia peruana de Arica, pese a que ha trascurrido más de un siglo en su poder.
La lucha fraticida en que se encontraban los hijos de Huayna Cápac, facilitó la invasión de un puñado de hombres blancos, que montados en caballos, irrumpieron en Cajamarca, tomaron prisionero al inca Atahualpa y se quedaron 300 años dirigiendo los destinos de una tierra, que los sucesores de Manco Cápac habían hecho grande durante más de 3 siglos.
La historia oficial peruana aprendida en las aulas escolares, como si fuera un gran cuento, en todo el sentido de la palabra, afirma que la emancipación se inició con la sublevación de José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amaru II, Cacique de Surimana, Tungasuca y Pampamarca, quien se reveló en Tinta, su tierra natal, contra los abusos de los españoles. Tomó prisionero al Corregidor Arriaga y lo hizo ejecutar.
Las huestes del Virrey Jáuregui arremetieron contra los seguidores de Tupac Amaru y hecho prisionero en Tinta, el Corregidor Areche lo condenó a morir descuartizado por cuatro caballos que tirasen de cada una de sus extremidades. Los animales, dada la corpulencia del rebelde, no pudieron desmembrarlo, por lo que se optó por decapitarlo el 18 de mayo de 1781.
Este suplicio, el más grande de los castigos contra un hombre, apenas pudo dañarle la pelvis y dislocarle brazos y piernas. Pero, en el supuesto de haber sobrevivido, hubiera quedado inválido, a tenor del dictamen de un grupo de científicos que interesados en la sanción impuesta a Tupac Amaru, estudiaron su caso.
Alejandro Romualdo Valle, poeta trujillano, encontrado muerto en San Isidro, Lima, el 27 de mayo del 2008, cantó en versos sentidos, la muerte del Cacique de Tungasuca.
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Lo harán volar con dinamita.
En masa, lo cargarán, lo arrastrarán.
A golpes le llenarán de pólvora la boca.
Lo volarán: ¡y no podrán matarlo!


Lo pondrán de cabeza. Arrancarán sus deseos, sus dientes y sus gritos.
Lo patearán a toda furia. Luego lo sangrarán: ¡y no podrán matarlo!


Coronarán con sangre su cabeza:
sus pómulos, con golpes. Y con clavos sus costillas. Le harán morder el polvo. Lo golpearán: ¡y no podrán matarlo!


Le sacarán los sueños y los ojos.
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán. Y a golpe de matanza, lo clavarán: ¡y no podrán matarlo!


Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo, mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.


Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer día de los sufrimientos, cuando se crea todo consumado, gritando: ¡libertad! sobre la tierra, ha de volver.


Y no podrán matarlo.

Después vinieron los próceres y precursores de la independencia que alentados por ideales separatistas fueron creando las condiciones para la proclamación de la independencia. Entre otros, tenemos a: Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Francisco Miranda, José Manuel Ubalde, Francisco de Zela, Mateo Pumacahua y Mariano Melgar.
José de San Martín, después de liberar a su patria, Argentina, cruzó los Alpes e independizó Chile, luego de vencer a los realistas en las batallas de Chacabuco y Maipú. Llegó al Perú el 8 de setiembre de 1820. Desembarcó, procedente de Valparaíso, en Paracas y ante la huida a la sierra del Virrey José la Serna, proclamó desde la Plaza de Armas de Lima, la independencia el 28 de julio de 1821.
Hasta aquí la historia oficial que hemos aprendido en los colegios y que se vio reforzada con ocasión del sesquicentenario de la emancipación peruana, en 1971, cuando el Gobierno de Juan Velasco Alvarado, hijo de Castilla, quien estuvo en este recinto la mañana del 8 de octubre de 1969, publicó una serie de gruesos volúmenes sobre la liberación de la ex colonia española.
La publicación de estos libros, más de cien, avivaron el sentimiento nacionalista, pero también surgieron voces discordantes que empezaron a cuestionar la historia oficial de la emancipación del Perú. Para Heraclio Bonilla y Karen Spalding, la independencia fue concedida, más que obtenida. Así lo sostienen en su libro La independencia en el Perú, las palabras y los hechos.
Estos dos autores afirman, que habiendo una bien marcada desigualdad de clases en la sociedad colonial, no todos estuvieron de acuerdo con separarse de España. También señalan que la independencia fue un proceso no nacional, ya que intervinieron, en su mayoría, soldados provenientes de la expedición del sur que dirigía San Martín.
Incluso, sostienen Bonilla y Spalding, que el verdadero proceso emancipador de América comienza en 1808, luego que Francia invade España, razón por la cual los de la península descuidan sus colonias. Les preocupaba, primero, su propia liberación, antes que resolver los problemas de sus protectorados.
La Guerra de la Independencia española o Guerra del Francés, fue un conflicto armado surgido por la oposición de España a la pretensión del emperador francés Napoleón I de instaurar y consolidar en el trono español a su hermano José Bonaparte, en detrimento de Fernando VII de España, desarrollando un modelo de Estado inspirado en los ideales bonapartistas. Duró seis años.
Los españoles vencieron en la batalla final de Toulouse del 10 de abril de 1814, provocando la abdicación de Napoleón I, quien desde su exilio dijo:
“Esta maldita Guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido”.
Las fechas de este conflicto armado entre España y Francia coinciden con los movimientos revolucionarios americanos. Venezuela inicio su independencia con Simón Bolívar, el 19 de abril de 1810. Colombia se independizó el 20 de julio del mismo año. Ecuador consolidó la suya el 24 de mayo de 1822, en Pichincha.
Argentina declaró su independencia el 9 de julio de 1816 y Chile celebra la fecha de la instalación de la primera junta de gobierno, el 18 de setiembre 1810, como el día de su aniversario nacional, pero en realidad recién alcanzó su liberación, luego que el ejército de San Martín venció a los realistas en las batallas de Chacabuco y Maipú, en 1818.
En suma, quienes seguirán hurgando en la historia no oficial, encontrarán nuevos argumentos que contradigan a la de los historiadores oficialistas, pero ahora, estando próximo el bicentenario de la independencia, es bueno recordar el sueño no cumplido de Simón Bolívar: la unión en un solo territorio de las ex colonias españolas.
Celebraremos por esos días, a decir del periodista y escritor colombiano Sergio Ocampo Madrid, “la independencia y el recordatorio triste de cómo perdimos la oportunidad histórica de ser una sola patria grande, una nación en dos hemisferios, de casi 12 millones de kilómetros cuadrados, con 30 mil kilómetros de costas sobre el Atlántico y Pacífico”.
Todo el sueño empezó a esfumarse en 1826, en el Congreso Anfictiónico de Panamá. “Acudieron a la cita: México, la Gran Colombia (Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá), Perú, Bolivia y las provincias confederadas de América Central (Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Costa Rica)”1 . Nadie implementó los acuerdos. Más bien, surgieron nuevas repúblicas.
Esto conllevó a que el Gran Simón Bolívar Palacios dijera: “No hay buena fe en América, ni entre los hombres, ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida un tormento”. Y no le faltaba razón al libertador de cinco naciones.
Por eso: cuando soplen nuevos vientos y nuevas generaciones vean las cosas desde otro punto de vista, “las gentes se admirarán de ver como venimos soportando el yugo de tanto orador sin oratoria, de tanto moralizador sin moral y de tanto sabio sin sabiduría que piensa que tanto vale llevar la cabeza llena de aire como llena de humo”, según palabras del pensador realista Manuel Gonzáles Prada.
Señores, señoras:
Que este 28 de julio y los días venideros sean de meditación y reflexión. Que el grito libertario de San Martín retumbe en nosotros, como una arenga para hacer de nuestra patria, un país en el que no hallan almas débiles que se dejen corromper; sino un país lleno de hombres que no tengan por trípode: la fuerza del buey, las garras del león y las alas del águila…
Es hora de reafirmar, con hechos, nuestra independencia que tanto costó a los hombres de ayer. Que el tiempo pasado no sea tiempo perdido. Y si no avizoramos un nuevo mañana, habrá que seguir repitiendo con Manuel Gonzáles Prada (arriba), lo que escribió hace más de 100 años en Página libres, pero haciendo la salvedad que cualquier coincidencia con la realidad o persona alguna, es pura casualidad.
“En el Perú de hoy, no existen honradez privada, ni pública: todo se viola y pisotea cínicamente, desde la palabra de honor hasta el documento suscrito. La vida política se funda en fraude, concusión y mentira. La vida social se resume en la modorra egoísta, cuando no en la guerra defensiva contra envidia, calumnia y rapacidad del vecino”.
Gracias por escucharme.
Piura, 26 de julio del 2010

1. OCAMPO MADRID, SERGIO: Un par de siglos perdidos. El Comercio. Lima, 18 de julio del 2010.

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