viernes, 23 de julio de 2010

EL ARTE DE LA ENTREVISTA

CESAR LEVANO
Director diario La Primera
Lima

Acabo de leer una entrevista que me dio vergüenza. Consiste en citar entre comillas largas frases del entrevistado, a las cuales se agrega: “dijo”, “lamentó”, “observó”, “anotó”, “subrayó” y “añadió”. Si eso es periodismo, entonces hasta un niño de diez años puede ser periodista.
Eso no requiere ningún trabajo. Es el tipo de entrevista que hacían los malos periodistas hace 60 años.
Aclaremos que ya entonces había periodistas como Alfonso Tealdo, que se distinguían por su cultura, su dominio del idioma, su estudio del personaje y su talento artístico para armar el texto. Ejemplar es su entrevista a Raúl Porras Barrenechea, en la cual nos presenta el ambiente hogareño, la erudición, la memoria, el gesto y la mirada del gran historiador y escritor. Quien no haya leído ese texto de Tealdo, no conoce por completo a Porras. (Aún no existía la grabadora).
Víctor Hurtado me envió hace años el libro Las palabras quedan que había adquirido en librería de lance de Madrid. Contiene las entrevistas que el escritor español César González Ruano hizo a grandes de la cultura y el espectáculo de Europa y América latina. ¡Qué artista para pintar ambientes, gestos, atuendo, honduras de la vida, del pensamiento, del sentir!
En esa época la entrevista no se reducía a preguntas y respuestas. En el Perú, César Hildebrandt impuso otra fórmula, imitada a partir de entonces. Pero los imitadores ignoraban que detrás de cada pregunta había cultura, investigación, afán de verdad. Recuerdo que para la entrevista que hicimos, al alimón, a Haya de la Torre, establecimos previamente un cuestionario con decenas de preguntas, y previmos para cada hipotética respuesta una o más réplicas, o repreguntas. Supongo que el cuestionario reposa en el archivo de Doris Gibson.
La repregunta suele descubrir la entraña. Los adulones, los ineptos y los improvisadores sin base aceptan y transcriben, sin más, las respuestas. Preguntan sobre un supuesto contubernio, y les responden algo así como: “yo me llevo bien con todos”. Y pasan a otra cosa.
García Márquez ha escrito el ensayo “¿Una entrevista más? ¡No, por favor!”. Se pronuncia allí contra el uso de la grabadora, que no registra los latidos del corazón. Gabo indica que los entrevistadores suelen prometerle preguntas que nadie le ha hecho. Resultan las mismas preguntas de siempre. Considera, además, que la entrevista no debe ser agresiva ni complaciente.
Tengo la convicción de que Hildebrandt trabaja con dos grabadoras. La electrónica, pasiva, y la mental, activa. Por eso puede hacer repreguntas demoledoras.
Recuerdo que en el Diario Marka, de izquierda, los compañeros encargaban a sus dirigentes políticos que se hicieran ellos mismos las preguntas y las respuestas. Resultaban unos textos sosos y sin sorpresas. Complacientes.

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